lunes, 30 de marzo de 2009

Crisis del movimiento obrero.

La crisis golpea duramente Gran Bretaña y a sus trabajadores y trabajadoras: el pasado fin de semana, el número de parados y paradas superaba la barrera de los 2 millones. Estos últimos tiempos, la industria británica suprimía los empleos a una cadencia de treinta mil cada mes. El paro de masas que estalla ve decenas, centenares de demandadores y demandadoras de empleo que se agolpan por cada plaza vacante.El gobierno –como revelaba el The Observer del 15 de marzo- se ha limitado a mandar a centenares de funcionarios de diferentes servicios sociales indispensables hacia los mal llamados “jobs centers” encargados de gestionar la ola creciente de los sin empleo. En los doce distritos del centro de Londres, por ejemplo, se ven –según un estudio sindical- a 71.000 demandadores y demandadoras de empleo de un lado, para 4.275 plazas vacantes por el otro… Y no es con los subsidios de desempleo de un montante de unas sesenta libras por semana como se frenará la espiral de la recesión y de las supresiones de empleos. Eslogan xenófobo y huelgas salvajes. En este contexto, se impondría una respuesta masiva y solidaria de los asalariados/as. Sin embargo, los sindicatos británicos no han estado hasta ahora a la altura de las circunstancias. En este comienzo de año, se ha visto al contrario florecer del otro lado del canal de la Mancha el eslogan nacionalista y xenófobo de “¡empleos británicos para trabajadores británicos!”. Un eslogan que los fascistas ingleses de Oswald Mosley enarbolaban ya en los años treinta para “justificar” sus ataques contra los trabajadores y trabajadoras judíos del Est End de Londres y que fue retomado en los años 1970 por el National Front británico para intentar privar a los inmigrantes negros o asiáticos de su empleo. Pero un eslogan planteado también por el heredero de Tony Blair, el primer ministro inglés Gordon Brown, particularmente en su conferencia de intronización como jefe del partido laborista en noviembre de 2007 y en diversos discursos dirigidos a los sindicatos este otoño y posteriormente. Un eslogan retomado también en febrero pasado por Derek Simpson, secretario general del sindicato de la construcción Unite, apoyado masivamente en esta ocasión por el tabloide de derechas Daily Star y otros periodicuchos antisindicales. Este eslogan ha sido planteado también en el reciente conflicto del trabajo en el sector de la construcción y de la energía. En éste, alrededor de 6.000 trabajadores de más de una veintena de sitios de construcción, de refinerías y de centrales eléctricas particularmente, han participado en toda una serie de huelgas. Huelgas “salvajes” –o más exactamente en violación de las leyes antisindicales británicas puestas en pie por Thatcher y conservadas por los laboristas-liberales del New Labor. Huelgas que demuestran, por otra parte, un potencial de combatividad y de respuesta muy importante. Subcontratación y dumping salarial. Esta lucha se ha emprendido en esta rama como reacción a las tentativas concertadas de multinacionales de poner en cuestión, en numerosos grandes centros de trabajo las conquistas del “libro azul”, el acuerdo nacional en el sector, conquistado con luchas muy duras, referido a los salarios, a las condiciones de trabajo y a la seguridad. Como informaba recientemente el Financial Times, los patronos del sector de la construcción admitían recurrir al sistema de la subcontratación para intentar limitar la actividad sindical en defensa de las condiciones de trabajo y las conquistas. El conflicto comenzó en la planta de la refinería Lindsay en Lincolnshire, donde había sido realizado un gran contrato con una sociedad de subcontratación italiana IREM, que emplea esencialmente a trabajadores italianos y portugueses "importados" del continente y mantenidos cuidadosamente separados de sus colegas locales. Sin embargo en este caso, el conflicto se saldó con un acuerdo, con vuelta al trabajo el lunes 9 de febrero, acuerdo cuya "conquista" esencial ha sido la atribución de 102 plazas de trabajo a trabajadores británicos, cuando había sido previsto emplear en ella a asalariados inmigrantes. Así, más que una puesta en cuestión del sistema de subcontratación y una defensa intransigente de las conquistas sindicales para todos y todas, o la creación de empleos, son "empleos para británicos" los que han aparecido en el centro de la lucha y de la victoria lograda... Otros conflictos del mismo tipo se encadenaron. La semana siguiente, en Staythorpe cerca de Newark por ejemplo, las subcontratas de Alsthom, que emplean esencialmente a obreros españoles y polacos fueron objeto de un bloqueo en un gran centro de trabajo. En la manifestación que paralizó éste al alba, a pesar de la una presencia policial masiva, se vieron juntas banderas del sindicato Unite, banderas inglesas y el eslogan tóxico sobre los "empleos británicos". En esta situación evidentemente, el British National Party (BNP, fascista) ha merodeado alrededor del conflicto e intentado explotarlo, logrando a veces hacerse escuchar por los piquetes de huelga, siendo otras veces expulsado.. Una sola solución: la unidad sindical. En reacción a esta situación, y para trazar otras perspectivas, cerca de un millar de sindicalistas hacían pública, a finales de febrero, una declaración titulada "Unite to fight for jobs" (www.petitiononline.com/jobs0209) llamando a un combate común por nuevos empleos correctamente remunerados y poniendo en evidencia el peligro mortal de buscar como objetivo a los "trabajadores extranjeros". Ellos y ellas llaman a un rechazo común de todos los asalariados/as a pagar las consecuencias de la crisis, así como a un esfuerzo masivo de sindicalización de todos y todas. Ellos y ellas demuestran que es uniéndose con los trabajadores y trabajadoras inmigrantes, organizándose y luchando juntos, como se impedirá a los patronos hacer de ellos un arma contra sus colegas. Finalmente, llaman a las diferentes manifestaciones en Londres en vísperas y durante la cumbre del G20.

Pierre Vanek /Columnista de Solidarités(Suiza)

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